En primera persona, migrantes procedentes de Rosario cuentan cómo decidieron huir del país por el temor a los crímenes y los robos vinculados al flagelo del narcotráfico.
Catalina aún no cumplió 30 y debió abandonar la ciudad de Rosario (Argentina) donde residió por años. Es arquitecta y en la ciudad santafesina trabajaba en ese rubro, con un salario por encima de la media nacional. Ahora rehace su vida en el sur de Italia, lejos de sus afectos, porque el miedo a los crímenes por el narcotráfico y a la inseguridad cotidiana no la dejaba vivir en paz.
La realidad de Catalina se replica en cada uno de los comentarios de los migrantes rosarinos. Se van del país, y en particular de la mencionada ciudad, porque “no soportan más la violencia”, o “temen quedar en medio de un tiroteo”. Lo cuentan en InfoCivitano.com.
Los padres sienten exactamente lo mismo: “Le hice la ciudadanía española a mi hija porque era la única manera de ponerla a salvo de la violencia que estamos viviendo”, contó Antonio, un padre que decidió enviar a sus hijos a vivir al exterior.
Rosario, la ciudad del narcotráfico
La bella ciudad portuaria de la provincia de Santa Fe, ubicada a 300 kilómetros de la principal ciudad del país, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Caba), hoy es “un infierno”, según lo definió un grupo de jóvenes que accedió a contar su experiencia a InfoCivitano.com.
“La violencia se agudizó en los últimos dos años, una vez superada la pandemia. Desde ese entonces, no se puede vivir tranquila. Es algo que vengo hablando con un montón de gente por estos días: nos estamos escapando del infierno”, expresó Catalina (28).
Durante su estadía en esa bonita ciudad, luego de llegar desde la provincia de Buenos Aires con el propósito de estudiar a los 17, habitó una zona céntrica.
“Los últimos dos años viví en la zona de la facultad de Medicina. Es un lugar no tan distinto a la mayoría de las zonas barriales, que son más tranquilas en comparación al centro. Pero no está para nada alejada del área céntrica. Aunque la parsimonia barrial me generaba una sensación constante de inseguridad”, dijo en diálogo con este medio.
En cuanto a la población del barrio donde vivía antes de tomar su avión para no regresar, comentó que sus vecinos eran “familias trabajadoras” o estudiantes de medicina, con una gran cantidad de brasileños y haitianos que llegan a Rosario para estudiar.
“Las balaceras nos movilizan siempre, pero en mi caso ocurrieron lejos. Aunque uno nunca sabía si le podía tocar. Se nota que el crimen organizado tiene garantías porque todo el mundo hace la vista gorda. Hay muchos oficiales de la Policía de Santa Fe y guardias de Gendarmería Nacional, pero los crímenes no dejan de repetirse”, criticó.
También manifestó que al momento de abandonar el país “no había ningún lugar en Rosario por donde se pudiera caminar tranquilo”. A pesar de todo, ella siempre se consideró una persona confiada.
Para su familia, haber volado hacia el sur de Italia fue un camino de escape. “Mis abuelos están muy ‘embroncados’ y les duele que me haya tenido que ir. La situación del país me echó”, dijo.
En Italia, país al que llegó tan solo hace 10 días, no tuvo tanto contacto con otros italianos. Sí mantiene la comunicación con grupos de WhatsApp, entre familias y amistades. A la vez, sube historias a Instagram para contar su “día a día”.
Migró sola con la perspectiva de realizar una nueva experiencia. “Estoy en un pueblo y de noche me sigo sintiendo insegura, a pesar de que acá no se vive como en Rosario. Los italianos me han tratado bastante mal, pero hay tantos argentinos que te apoyan y se armó una comunidad super linda”, agradeció.
Catalina siente que pegó “un salto”. “No hay un buen momento para migrar, no hay una situación perfecta. La situación del país es tan complicada que a mis amigas les digo todo el tiempo que vengan, que lo intenten”, mencionó.
En relación a lo económico, considera que emigrar no cambia la situación de vida de las personas en este aspecto.
“Acá vine y todo es trabajar, pagar cuentas y te puede sobrar un poco de dinero. La estabilidad económica ayuda. Tengo amigas en Europa y ninguna se hizo millonaria. Pero si acá tenés el mismo estilo de vida que allá y tenés la seguridad de que no te van a lastimar ni algo mucho más horroroso, vale la pena intentarlo”, concluyó.
Huir de la violencia, incluso sin papeles
María, en cambio, llegó a Italia este año y se encuentra tramitando la ciudadanía. La zona donde vivía en Rosario era “hermosa”, según sus propias palabras.
“Vivía en una de las zonas más lindas de Rosario, barrio Echesortu (centro geográfico de la ciudad), porque tiene de todo. Es muy comercial y aparte hay gente trabajadora”, reconoció.
Y si bien a su familia le costó aceptar el despegue, tanto como a ella, en la actualidad le dicen que fue lo mejor que hizo.
“Conozco mucha gente que se fue. Tengo amigos acá en Europa, no precisamente en Italia, pero sí en España. Duele muchísimo. Estar acá también es desesperarse por la familia, por que a ellos no les pase nada malo”, contó, en relación al temor de un nuevo crimen a raíz de la violencia instalada por el narcotráfico.
Dijo que vive preocupada porque no sabe si cuando sus afectos salgan a trabajar se puede producir un hecho de violencia. “Le ruego a Dios que lleguen a sus casas. Ruego desde Italia que mis papás vuelvan del trabajo sanos y salvos”, confesó.
Y ahora, desde la distancia, rememora hechos que le parecen extraños: “Me pasaba que mi familia me iba a buscar a la parada del colectivo, aunque mi casa estaba ubicada a dos cuadras. Se vive muy mal, por el narcotráfico y por la delincuencia, por la pobreza, por la falta de educación”, evaluó.
En las calles –contó en concordancia con otros testimonios– se camina con una sensación constante de persecución y de intranquilidad. “Escuchás un ruido, como de gente corriendo, que capaz está haciendo un deporte, y te asustás y te das vuelta. La verdad que es bastante feo vivir así”, dijo.
María pudo salir de Rosario gracias a que su abuelo es italiano. Lamentablemente, ya falleció, pero ella reconoce que nunca renunció a su país, a su ciudadanía.
“Fue engorroso preparar todo para venir a Italia, porque armar una carpeta es bastante complicado e implica la inversión de muchísima plata, que gracias a mi sacrificio de bastante tiempo y a la ayuda de mucha gente, pude hacerla”, agradeció.
Antes de abandonar la ciudad se había quedado sin trabajo. Además, destacó que no tiene hijos a cargo, no estaba estudiando, entonces la decisión de migrar se vio facilitada por el contexto.
“Al que tiene la posibilidad de hacerlo, le diría que migre, que venga y que pruebe. Por más que me sienta cómoda, o consiga un laburo, no sé si se va a dar todo para que me quede acá o voy a sentir que necesito estar con mi gente”, dijo sin ocultar preocupaciones.
La inseguridad en Argentina, la pandemia y la violencia viralizada
Katia se fue de Rosario hace más de un año, en septiembre del 2022. Instalada lejos de la ciudad santafesina siente que pudo soltar la ansiedad que era generada por las situaciones de peligro que vivió.
“Hablando con una amiga concluimos que antes vos sabías que en Rosario había lugares peligrosos, pero ahora se amplió a toda la ciudad y ya no hay un lugar donde puedas sentirte seguro”, contó.
Katia dice que después de la pandemia “se viralizó la inseguridad”. Cuando ella se fue también abandonaron la ciudad y el país otros amigos suyos.
“La situación de la economía es muy difícil: uno trabajaba un montón para ni siquiera darse un gusto. Aumentó el alquiler y todos los precios, lo cual agrava la incomodidad que te hace sentir esto de no poder estar estable económicamente, no saber si el mes que viene vas a poder pagar el alquiler o no”, comentó
Pero particularmente en su caso la decisión de abandonar Rosario tuvo que ver con la inseguridad y el miedo, incluso por encima de las privaciones materiales que estaba viviendo.
“Huí de Rosario. Tengo un título como Técnica Universitaria en Óptica otorgado por la Universidad Nacional de Rosario y trabajé en una óptica en zona norte de la ciudad. Pero con el paso del tiempo empecé a notar una incomodidad constante a la hora de estar en la calle, de estar en casi todos lados”, comentó.
Katia asegura que se vivía en un clima constante de violencia. “Nosotros vivíamos en una casa en zona norte con mi pareja y nos entraron a robar. Luego salía a la calle y no podía disfrutar. Esto lo puedo poner en palabras recién ahora”, dijo emocionada.
Ahora, lejos del lugar que amó y luego comenzó a temer, se da cuenta de que no tiene más ansiedad.
“Podés caminar tranquilo en la calle, no tenés que estar pensando en tener cuidado con ciertas violencias”, comentó.
En el pasado, Katia caminaba sin saber cuándo la violencia urbana, o el delito, iban a volver a golpear su realidad. “Me preocupaba por guardar el celular, de no dejar la mochila en cualquier lado, o caminar sólo por zonas muy transitadas”, repasó.
Se sentía privada de su libertad y su cabeza estaba imaginando situaciones de extremo peligro. “Nadie debería estar sometido a vivir así, al menos no rodeado de tanta violencia y tanto peligro absurdo. Esa fue la causa por la que decidí irme de Rosario”, contó.
Los números del espanto: 205 crímenes en Rosario hasta octubre
Según información oficial, hasta la publicación de este informe se habían registrado 205 crímenes en situaciones de inseguridad y violencia urbana (venganza y amenazas por drogas, como los principales motivos).
Una balacera contra un supermercado de la familia de Antonela Roccuzzo, esposa del capitán de la Selección Argentina, Lionel Messi, puso nuevamente bajo la mirada internacional la escalada de violencia que se vive en la mencionada ciudad santafesina.
En aquel entonces, desconocidos dispararon contra la sucursal de una reconocida cadena de supermercados y dejaron una amenaza escrita, en la que se podía leer: “Messi te estamos esperando”.
La imparable ola delictiva es la principal preocupación entre los rosarinos.
En este contexto, tan solo el Consulado español de Rosario reconoció días atrás haber recibido más de 12 mil solicitudes de aplicación a la nacionalidad española a través de la Ley de Memoria Democrática (LMD, conocida popularmente como «Ley de Nietos»).
El ente aprobó 10 mil, pero no aclaró cuántas fueron otorgadas en concreto.