Una de las primeras medidas tomadas por el gobierno de Javier Milei en Argentina, fue la suspensión de la pauta oficial en los medios de comunicación. ¿Por qué esta decisión, recibida con tanto entusiasmo por la mayoría de la sociedad, puede ser peligrosa para la democracia? Reflexión por el Día del Periodista.
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El 7 de junio se celebra el Día del Periodista en Argentina. La fecha es a propósito del día en que se fundó La Gazeta, el primer periódico del país, luego de la revolución que lo llevaría a su independencia de España. El contexto de esta celebración no puede ser más delicado para el oficio que, a pesar de ser reconocido por su valor institucional en las sociedades democráticas, también acumula muchas sospechas, críticas y cuentas pendientes con la sociedad.
Día del Periodista: un oficio en crisis
En los últimos años, el periodismo entró en un proceso que, según el lente con el que se lo mire, está en crisis o en proceso de transformación. Lo cierto es que los periodistas ya no somos los intelectuales gatekeepers a los que era necesario recurrir para tomar conocimiento del devenir de la ciudad, la nación o el mundo. Desplazados de la centralidad por el acceso masivo a los medios de comunicación y las redes sociales, perdimos el lugar de intérpretes y fiscales que le dábamos entonación, gestualidad o valoración a las noticias.
Los políticos que ayer recurrían a un periodista para conseguir una entrevista, hoy se comunican con la sociedad mediante las redes y realizan conferencias de prensa instantáneas por X (ex Twitter) sin nadie que repregunte o cuestione sus expresiones.
Los ciudadanos que antes esperaban novedades de sus artistas favoritos, celebridades o gobernantes, hoy se enteran al instante siguiendo sus cuentas sociales. Los dispositivos electrónicos, en tanto, brindan a cada ciudadano la suficiente información sobre el tránsito, el clima o las noticias del día seleccionadas en función de su ubicación, gustos y hábitos de consumo.
En las redacciones, los editores tienen cada vez menos sed de protagonismo o de reconocimiento social, y cada vez más fanatismo por las métricas y las monetizaciones. Entre las nuevas generaciones, los periodistas ya no son personas públicas conocidas por sus fieles públicos, y anónimamente son empujados a la producción de contenidos orientados a saciar la curiosidad, el morbo o las fantasías de los públicos.
Que se aborde un tema de interés social, sobre todo si incomoda a un gobierno que sostiene al medio con su pauta, no solo es secundario, sino fundamentalmente “inconveniente” para medios que son, en definitiva, empresas con ánimo de lucro, que es algo distinto al interés de justicia o al principio democrático de publicidad de los actos de gobierno.
A la crisis del periodismo, se le suma su pérdida de prestigio en la que cayeron periodistas que se alinearon con un proyecto político al punto de convertirse en intelectuales orgánicos (es decir al servicio de justificar un proyecto político partidario). Estos “periodistas militantes” capaces de denunciar, defender o callar los mismos hechos dependiendo de quién los hiciera o a quién pudieran beneficiar políticamente (electoralmente).
Esta situación fue perfectamente perceptible para la sociedad, que dejó de juzgar a los periodistas en función de su credibilidad y coherencia, para apoyarlos o insultarlos en función de las ideas (o las corporaciones) a las que servía su discurso. Embarrado en la cancha del paradigma social de la grieta, el periodismo también fue un terreno dividido entre amigos y enemigos en función de lo que sucedía en la política partidaria.
Los programas de archivos periodísticos, como 6,7,8 en La Televisión Pública, ayudaron a desacralizar al periodismo (y fundamentalmente a las empresas de medios de comunicación) y mostrar sus contradicciones, sus intereses y sus bajezas.
El claro alineamiento de los medios de comunicación públicos con determinados proyectos políticos de turno los convirtió en oficinas de prensa partidarias, y puso en cuestión si el proyecto político de un gobernante se debe sostener con fondos públicos asignados supuestamente a la publicidad de los actos de gobierno.
Quizás esta pérdida de credibilidad sea la principal causa de que una medida sin precedentes en la historia democrática de la Argentina, como lo es la suspensión de la pauta pública y la voluntad de desprenderse de los medios públicos, haya cosechado tantas simpatías y tantos silencios.
¿Deben usarse los fondos de pauta publicitaria para premiar a medios que apoyan al gobernante frente a los que se animan a criticarlo? ¿Deben permitirse que los medios públicos tengan ausencia de voces opositoras o críticas al gobierno de turno?
Los cuestionamientos son válidos, pero las respuestas que se orientan a lanzar el derecho a la información de la ciudadanía a la arena de el ánimo de lucro de las empresas puede tener un costo alto para la ciudadanía.
Día del Periodista: sin periodismo no hay democracia
Aún en sus profundas contradicciones, debilidades y debates sin saldar, el periodismo es, por la pluralidad de medios y la multiplicidad de actores (periodistas, comunicadores y empresarios), un reaseguro democrático frente a las pretensiones, siempre vigentes, de hegemonías, autoritarismos o totalitarismos desde el poder.
Quizás el rol que cumplió el periodismo en los años 90 sea un claro ejemplo de ello. Mientras el gobierno de Carlos Saúl M3nem conseguía una Corte Suprema de Justicia con “mayoría automática”, y contando con la mayoría en el Senado de la Nación, la oposición en la Cámara de Diputados era minoritaria y casi sin poder de fuego.
Fue del periodismo, del cuarto poder de la democracia, de donde vinieron los principales cuestionamientos y las investigaciones más incómodas que debió afrontar el presidente riojano.
Investigaciones periodísticas como la construcción en secreto del misil Cóndor II, el enriquecimiento de la exsecretaria de Recursos Naturales, María Julia Alsogaray; el atentado terrorista contra la sede de la AMIA de 1994, o el tráfico de armas argentinas a Ecuador y Croacia, que llevó a M3nem a ser finalmente condenado por la explosión de una Fábrica Militar en Córdoba (a una prisión que pudo eludir gracias a los fueros que siempre le garantizaron sus colegas senadores del peronismo). }
Son algunos ejemplos de que los golpes más duros a uno de los gobiernos más corruptos de la historia argentina no vinieron de la justicia ni de la oposición, sino del periodismo.
Sin periodismo no hay democracia porque no hay control del poder, y porque los ciudadanos no tienen el insumo más básico para ejercer su derecho a decidir: la información certera, chequeada y confiable sobre los hechos y sus protagonistas. Solo una tiranía se puede decir democrática sin respetar al periodismo y sin reconocer límites o el derecho a informarse de la sociedad, como lamentablemente ocurre en muchos lugares del interior y la periferia social del país.
Sería muy inocente pensar que el actual presidente argentino, defensor acérrimo de la figura de Carlos Saúl M3nem (a quién recientemente homenajeó en la Casa Rosada), no supiera el rol que tuvo el periodismo en esos años de ultraliberalismo y corrupción.
Pero no han sido estos antecedentes los que esgrimió el Presidente a la hora de anunciar la suspensión de la pauta pública en los medios de comunicación. La medida se defendió asociando la pauta con los gastos superfluos y partidistas que realizaban los gobiernos anteriores (a quienes denomina “la casta”), denunciando incluso la compra del apoyo de los comunicadores (un argumento que no han dudado en usar para teñir de sospechas a cualquier periodista que se anime a criticar al gobierno).
Día del Periodista: un servicio público esencial para la democracia
Más allá del debate sobre la realidad del periodismo en la Argentina, y discusión sobre la credibilidad o independencia que se puede alcanzar con un modelo de medios orientado al lucro, el pasado reciente nos da claras muestras de que un país con periodismo es más republicano y democrático que sin periodismo.
La discusión debe abordar la importancia de que los fondos públicos se distribuyan sin discriminación ideológica o partidaria de los medios, pero también partir de entender que la sociedad es más democrática si tiene un sistema de medios públicos, supervisado por el parlamento, con reaseguros de pluralidad y con participación proporcional de todas las fuerzas políticas, de los tres poderes del estado, y de otras entidades de la sociedad civil vinculadas a la defensa de la información como un derecho de la ciudadanía.
Solo entendiendo a la información como un derecho ciudadano (y no como un instrumento de la disputa partidaria o una mera mercancía), se puede construir un sistema de medios independientes al servicio de la comunidad y nada más que de la comunidad. El periodismo es independiente o es propaganda. El acceso a la información sin censura desde el poder es un derecho fundamental de la ciudadanía. Por eso, sin periodismo no hay democracia.
Fel8z día del periodista
Feliz dia a todos los que con tanto esmero nos acompañan!
Feliz dia del periodista!!!